No soy Florence
Carlos Beas Torres *
Claro que no lo soy. Me llamo Miguel Juan Hilaria y
soy mixe, ayuuk como nos decimos nosotros. Antes era campesino, ahora sólo soy
un preso. Tengo ocho años encerrado en una cárcel de Oaxaca, en un pueblo
llamado Matías Romero, pues me acusaron falsamente de haber matado a un pobre
allá por el rumbo del ejido Francisco Javier Jasso. Para lograr mi culpabilidad
me torturaron y fui obligado por el subprocurador Wilfrido Almaraz a firmar una
hoja en blanco, que después supe era mi confesión. Me golpearon y me humillaron
durante horas en las oficinas de la procuraduría que está en Tehuantepec,
adonde me llevaron sin mostrarme una orden. Yo no hablo bien la castilla y a
punta de golpes, gritos y hasta escupidas me obligaron a poner mi firma y mi
huella en un papel. Ningún abogado y ningún traductor me acompañó. Esa es la
ley para nosotros.
Al día siguiente, como bulto, todo
magullado y adolorido me tiraron en el penal de Matías. Por la golpiza que
recibí no me pude ni parar y estuve orinando sangre. Mis familiares fueron a
avisar a la organización y pronto me trajeron un médico que me atendió, estuve
tirado más de 10 días. Y a pesar de que la comisión de derechos humanos
comprobó que había sido torturado, y de que la única testigo declaró que los
judiciales la habían amenazado para que me acusara, el juez me condenó a 30
años de cárcel.
En estos largos días de encierro,
que los paso tejiendo hamaca, recuerdo aquella maldita mañana cuando fui a
cuidar mi milpa y me fui encontrando con los ganados del rico, que
tranquilamente se comían la milpa que yo había sembrado. Enojado, agarré los
animales dañosos para que el rico viniera por ellos y me pagara los destrozos.
Y sí, al rato llegó bien enmuinado; me gritó e insultó: “¡Pinche indio, la vas
a pagar cara!, ¡quién te crees, huarachudo!…” Yo me monté en mi macho y le
dije, es más, le grité: haga lo que quiera, pero no le voy a dar sus animales
hasta que no me pague los daños. Y como quiera me aventó unos billetes y se
llevó los tres ganados dañosos, no sin antes amenazarme de nuevo.
Y pronto cumplió su amenaza el rico,
ya que su hija Janet era agente del Ministerio Público y me achacó la muerte de
un vecino que andaba de aventurado con la mujer de otro. Esa Janet era política
también y le andaba haciendo campaña al mentado Ulises Ruiz, y cuando éste ganó
la gubernatura, la mujer se volvió más poderosa y con sus influencias logró que
los jueces me hundieran en la cárcel.
Mi juicio fue muy sucio, pues varias
veces pidió mi abogado que citaran al marido ofendido, que en verdad era el
hechor de la muerte que me echaron encima, pero nunca lo citaron. Y como la
vida de un indio no vale en este país, aquí llevo años esperando día a día que
se reconozca la injusticia que he sufrido y que me tiene aquí acabado, enfermo,
y lejos de mi familia.
Aquí en la cárcel hay muchos pobres
presos más. Platican sus historias. La mayoría dice que no tuvieron dinero para
pagar abogados, unos que no hablan bien la castilla, no saben ni por qué están
prisioneros. Muchos hablan de maltratos y de abusos. Hay otro indio, pero que
es mixteco, y que dice que el rico lo denunció falsamente por violación y ahora
ya le quitó su tierra. La verdad en esta tierra no hay justicia.
No, no soy Florence. Soy un indio
más. Soy un pobre más que, como muchos, estoy encarcelado en este país. Muchos
por no entender el idioma, o por no tener dineros para pagar abogados o comprar
justicia. No, no soy Florence, soy Miguel Juan, indio mixe. A mí no me conoce
el presidente de Francia, ni salí en la televisión secuestrando o matando.
Estoy preso por cuidar mi milpa, por defender mi derecho y mi vida. No valgo
nada, eso me han dicho jueces, policías y ministerios públicos. Sólo soy Miguel
Juan Hilaria, indio preso en un penal del estado de Oaxaca.
* Defensor de Derechos Humanos.
Integrante de Ucizoni.
No hay comentarios:
Publicar un comentario