El derecho al delirio
Ya está
naciendo el nuevo año. El nuevo año nace un primero de enero por obra y gracia
de un capricho de los senadores del imperio romano, que un buen día decidieron romper
la tradición que mandaba celebrar el año nuevo en el comienzo de la primavera.
Y la cuenta de los años de la era cristiana proviene de otro capricho: un buen
día, el papa de Roma decidió poner fecha al nacimiento de Jesús, aunque nadie
sabe cuándo nació.
El tiempo
se burla de los límites que le inventamos para creernos el cuento de que él nos
obedece; pero el mundo entero celebra y teme esta frontera. Una invitación al
vuelo
Años van, años
vienen, la ocasión es propicia para que los oradores de inflamada verba peroren
sobre el destino de la humanidad, y para que los voceros de la ira de Dios anuncien
el fin del mundo y la reventazón general, mientras el tiempo continúa,
calladito la boca, su caminata a lo largo de la eternidad y del misterio.
La verdad
sea dicha, no hay quien resista: en una fecha así, por arbitraria que sea,
cualquiera siente la tentación de preguntarse cómo será el tiempo que será. Y
vaya uno a saber cómo será.
Aunque no
podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de
imaginar el que queremos que sea. En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas
proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la
humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si
empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si
deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para
adivinar otro mundo posible:
El aire
estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las
humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastados por los
perros;
La gente
no será manejada por el automóvil, ni será programada por el celular o la computadora, ni
será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;
Y el
televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado
como la plancha o la lavadora;
La gente
trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;
Se incorporará
a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por
tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin
saber que canta y, como juega el niño sin saber que juega; en ningún país irán
presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que
quieran cumplirlo;
Los
economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad
de vida a la cantidad de cosas;
Los
cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas;
Los
historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;
Los
políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas;
La
solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a
nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;
La muerte
y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se
convertirá el canalla en virtuoso caballero;
Nadie será
considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que
más le conviene;
El mundo
ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la
industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;
La comida
no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la
comunicación son derechos humanos;
Nadie
morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;
Los niños
de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de
la calle;
Los niños
ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;
La
educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la policía no será
la maldición de quienes no puedan comprarla;
La
justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán
a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;
Una mujer,
negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los
Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú;
En
Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque
ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria; la Santa
Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto
mandamiento ordenará festejar el cuerpo;
La Iglesia
también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: Amarás a la
naturaleza, de la que formas parte;
Serán
reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma; los desesperados
serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se
desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar;
Seremos
compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y
voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando
hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del
tiempo;
La
perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo
chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día
como si fuera el primero.
Un texto
modificado para este 2014 de Galeano, Eduardo. Patas arriba. La escuela del
mundo al revés.