La batalla por el Zócalo
Proceso. 2013-09-14
Los
medios, destacadamente la televisión nada dijeron de los soldados disfrazados
de policías, de “halcones”, de los golpes a mansalva hasta contra la prensa,
del uso de gases y chorros de agua para dispersar a contingentes que iban en
retirada. Tras horas de tensión el Zócalo quedó vacío, listo para las fiestas
patrias…
La
madrugada del viernes 13 corrió el rumor. Los maestros disidentes de la
Coordinadora en plantón desde el 19 de agosto en la Plaza de la Constitución,
fueron alertados por sus dirigentes de un posible desalojo violento.
La guerra
se percibía en el aire. Dos helicópteros de la Policía Federal (PF) pasaban
casi al ras sobre el campamento, haciendo volar los plásticos con que los
maestros se cubrían. Llovía.
Desorientados,
los maestros comenzaron a empacar sus cosas y a sacar niños y mujeres de la
zona. Explicaban que no pensaban marcharse. Permaneció la sección 22. Se
preguntaban unos a otros por sus dirigentes, reunidos en negociaciones truncas
con representantes de las bases en el auditorio del SME.
De lo que
fue su refugio 25 días tomaron tubos, cortaron tablas, juntaron piedras.
Incendiaron plásticos. Formaron vallas en las bocacalles que conducen al Zócalo
y ahí también prendieron fuego.
Primeras
escaramuzas
A las dos
de la tarde del viernes 13 se encararon por vez primera maestros y granaderos.
Con el despliegue oficial llegaron los primeros enfrentamientos en Pino Suárez.
Al cruce
de 20 de Noviembre con Venustiano Carranza llegaron Héctor Serrano, secretario
de gobierno del Distrito Federal y Alfonso Gómez, secretario de Gobierno de
Oaxaca. Ofrecieron a los maestros una “vía segura” para salir de la zona. Y
dieron un ultimátum. Los maestros tenían dos horas para salir antes de que
entrara la policía.
A las
tres de la tarde comenzó la cuenta regresiva.
“Nos
asusta la represión. Desde 2006 nosotros en Oaxaca aprendimos a comer gas. Sin
embargo no queremos llegar a lo bélico, no tenemos armas. Si nos ponemos al tú
por tú con Peña Nieto y con su ejército, sabemos que vamos a estar como un niño
peleando con un adulto: nos van a agarrar de la cabeza mientras nosotros sólo
vamos a estar dando manotazos.
“Son el
mismo PRI de la APPO, de Atenco.
“Estamos contando los minutos. Llegamos al
hartazgo. Hartamos al gobierno y a la sociedad. Nos hartamos nosotros. No
queremos ser mártires pero esperamos que nos golpeen: ojos, narices… Fuimos
punta de lanza y ahora somos carne de cañón.
A las
3:15 de la tarde apareció Rubén Núñez, secretario general de la sección 22.
Cumplida la hora el Zócalo estaba cercado. Miles de
efectivos de las policías Federal y capitalina, militares uniformados y
encubiertos, “halcones” con radios de comunicación, tanques y helicópteros
armados con cañones de agua, extintores y gases lacrimógenos listos para la
tarea.
Desde un día antes tres brigadas de la Policía
Militar habían sido concentradas en el Campo Militar Número 1, donde los dotaron
de uniformes y cascos de la PF. Armados con toletes y escudos, los soldados
disfrazados de policías.
–¡Encaucen
la marcha, encaucen la marcha! –pedía en 20 de Noviembre uno de los dirigentes
de la CNTE, para evitar enfrentamientos en su ruta hacia el Monumento a la
Revolución.
Cerca de
16 de Septiembre, por donde los maestros pretendían salir rumbo al Monumento a
la Revolución, alguien advirtió el peligro. De pronto por Venustiano Carranza
un grupo de jóvenes lanzaba piedras, palos, tubos y lo que tuviera a la mano
contra un grupo de granaderos.
–¡Formen
la valla, aseguren la valla! –gritaban las cabezas de la CNTE.
–¡Aguanten,
aguanten! –gritó una vez más Rubén Núñez.
Parecía
que el enfrentamiento seguiría por Venustiano Carranza, cuando el grupo de
jóvenes intentó refugiarse en el contingente de maestros, quienes quisieron
dispersarse. No lo lograron. Los soldados disfrazados de policías empezaron a
golpear a todos, hasta derribar a Núñez y otros dirigentes.
Los
helicópteros lanzaban desde el aire bolsas con pintura azul para marcar a los
manifestantes. Los maestros comenzaron a montar barricadas, cuando se
escucharon los cohetones; las empezaron a quemar para impedir la visibilidad de
los helicópteros.
En la
Plaza Meave un maestro y el reportero de un medio independiente fueron
golpeados por uniformados. Ambos acabaron chorreando sangre.
“Pasábamos por Pino Suárez cuando unos 50
comerciantes salieron con palos y detuvieron y golpearon a los maestros y a la
gente, salieron como grupos de choque”, decía la desempleada.
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